Película casual y poética que debe su existencia a la confluencia de dos circunstancias. Primero, es autobiográfica, está condicionada a la subjetividad de su directora, Carla Simón, segundo se realiza gracias a las nuevas tecnologías digitales e internet, que han ampliado los horizontes a aficionados al cine y a la crítica, que lejos de hundirla, la alaban ensalzándola como a mi entender se merece.
La aparición de una película como “Verano 1993” se acoge – perdónenme el atrevimiento comparativo, que no insolencia- como cuando en 1959 se estreno en Francia “Los 400 golpes” de François Truffaut.
Acostumbrados a un cine patrio que goza de una lozanía más que cuestionable, – me refiero al cine que promocionan los canales privados de televisión, las productoras cicateras…-, y no a ese otro magnifico cine que se hace en Galicia de mano de Lois Patiño, Oliver Laxe, Eloy Dominguez Seren, Xacio Baños, en Cataluña Albert Serra, Jose Luis Guerin, en Salamanca, Jonathan Cenzual, David Gómez-Rollan… La aparición de una película como “Verano 1993” se acoge – perdónenme el atrevimiento comparativo, que no insolencia- como cuando en 1959 se estreno en Francia “Los 400 golpes” de François Truffaut. Por aquel entonces los cineastas galos quisieron dejar atrás la narrativa clásica, optando por caricia y mirada personal, para su identificación autoral.
Y esto es lo que ocurre con “VERANO 1993”. Cine pequeño e íntimo, lleno de emociones, detalles, y situaciones complejas.
El argumento trata de Frida (interpretada por Laia Artigas), una pequeña de apenas 6 años cuyos padres mueren de sida, por lo cual abandona Barcelona y se va a vivir al campo con sus tíos y la hija de ambos, Paula (interpretada por Paula Robles), una niña de 3 años. La adaptación a la que se enfrenta es doble: a un entorno rural y a una nueva familia.
Una de las mejores películas del año por reiterados motivos. Contaba Carla Simón a Javier Tolentino, director de “El séptimo vicio” (programa de cine que emiten las ondas de Radio 3 en RNE), sus inicios como directora de cortometrajes, que la llevaron fruto de curiosidad y deseo de saber, a navegar por temas como el sida, los niños enfrentándose a la muerte o las personas con acondroplasia o pequeña estatura. Aludía a la sugerencia de sus profesores de cine cuando le aconsejaban, “empieza hablando de lo que sepas y conozcas, lo personal en el cine va de la mano del creador”. En tan solo una semana escribe el guion, lo trabaja con detenimiento dándole orden. Y lo da a leer a personas de su confianza para que opinen. Confiesa Carla Simón su predilección por la ciudad, aunque siente un amor romántico por lo rural. En “VERANO 1993”, oímos el ruido de las charcas, los grillos, el croar de las ranas, las gallinas, el viento, los sonidos propios de la naturaleza. El entorno tan definitivo en la historia tenía que verse representado en su máxima expresión.
Uno de los aciertos que más engrandece a Carla Simón es su saber narrar a través de las imágenes.
La pareja de niñas es magnífica. Son niñas que poseen mucha luz. Uno de los aciertos que más engrandece a Carla Simón es su saber narrar a través de las imágenes. Son copiosos los logros de su historia autobiográfica, una niña que se enfrenta a la muerte y a una familia nueva creando de la nada una nueva realidad. Por ello la mirada de las niñas-actrices es definitiva, el trabajo de la directora se produce desde las niñas. Aquí podríamos cuestionarnos hasta qué punto, ¿no es la directora quien visionando a las niñas hace que las mismas le construyan la película?
Su banda sonora está basada en los recuerdos. Dando buena muestra de preservación de su identidad y por ello no se despista, su final es maravilloso, las lagrimas de Frida, son universales, representan el desconcierto, la amargura, la dificultad y el sinsentido que tiene que darse en la infancia sin padres con el vacío que ello supone y el tiempo que cuesta volver a asimilar una nueva convivencia. Aquí lo vemos muy bien en las situaciones frugales del filme, un simple peine que se tira por la ventanilla de un coche como revulsivo y queja, un intento de huida en la noche oscura, una cajetilla de tabaco en un huequecito donde esta una imagen de la virgen y tantas otras escenas importantes.
La posición de los ojos de Frida son la narración de la que se sirve la cámara
La cámara que sigue a las niñas es tan sensible captando las miradas de ambas en cotidianidad, que son la expresión y el espejo donde se refleja la propia película. La posición de los ojos de Frida son la narración de la que se sirve la cámara, el trabajo del fotógrafo es intuitivo y milagrosamente glorioso, regalándonos a los espectadores momentos de gran belleza y emocionalidad. Reflejando muy cauta y sorpresivamente los peligros de los celos por su hermana Paula, que jugando se rompe un brazo, casi se ahoga en el lago. Son las caricias que Frida recibe de su nueva madre de un candor absoluto, delicadas, cautas, sencillas y sensitivas.
La cámara desenfocada, en ocasiones es una manera de mostrar el desconcierto de la niña y anular el entorno.
En los créditos del filme suena la composición de una música influenciada por el teatro de marionetas china.
“Verano 1993” ha obtenido en el último Festival de Berlín el premio a la mejor Opera prima, y el Gran Premio de la sección Generation Kplus. En el Festival de Málaga, La Biznaga de Oro a la Mejor Película y el premio Feroz Puerta Oscura al mejor largometraje de la sección oficial -concedido por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España (AICE)- y el premio El Ojo Crítico de Cine 2017.